Las postales de Islandia están llenas del verde de sus siluetas, de senderos negros y grises entre rocas de lava. Sus caminos te llevan hasta volcanes, cascadas, géiseres y playas intimidantes de arena negra y paredes de basalto. Y durante el verano, te acompaña el sol de medianoche. El paisaje es tan dramático que, la primera noche que dormí allí, soñé que estaba con los brazos extendidos, en medio de un campo verde, en sintonía con el entorno natural que me rodeaba.
Llovió durante cinco días, sin contar las tres paradas que hicimos a bordo del crucero Norwegian Star en Grundarfjörður, Ísafjörður y Akureyri.

La Cascada Kirkjufellsfoss, con la montaña Kirkjufell de fondo, suele ser una las postales clásicas de Grundarfjörður.

La Cascada Kirkjufellsfoss.





Los Colores de Ísafjörður.

Cascada de Dynjandi en Ísafjörður.




Visitamos una granja en Ísafjörður.
De Reykjavik al Círculo Dorado
El plan era hacer un «road trip», dándole la vuelta a la isla por la Ring Road, de una extensión de 838 millas, que une varias ciudades y atracciones principales. Antes de alejarnos de Reykjavik, la capital, nos preparamos para los caminos inciertos y, para eso, fuimos a un supermercado. No sabíamos lo que nos esperaba en el Círculo Dorado, y la comida es una preocupación constante cuando se viaja con dos niños.
En el área Geotérmica de Geysir, en el valle de Haukadalu, seguimos el «ritual» que siguen todos los turistas: esperar pacientemente a que el géiser lanzara su potente chorro de agua caliente, para inmortalizar el momento en una foto. A unos pasos de ahí se encuentra Gullfoss, conocida como «la cascada de oro», porque refleja en el agua una luz dorada. Pero la niebla no nos permitió ser testigos de esa maravilla de la naturaleza; lo que sí conseguimos fue empaparnos con el agua de la cascada y la llovizna que nos acompañó durante todo el viaje. Aprovechamos para almorzar en uno de los muchos restaurantes preparados para recibir turistas.



La cascada Gullfoss.


Islandia es tan contraste que hay paisajes que una vez que los visitas jamás te abandonan y, eso me ocurrió con el cráter Kerid, su lago en la zona volcánica es de un azul profundo que contrasta con las paredes de la caldera de color rojizo. ¡Es hermoso!


Me resulta curioso la cantidad de veces que repasé las atracciones turísticas de Reykjavik hasta el pequeño pueblo de Vík, en la costa sur. En ese momento, no podía imaginar que, debido a los imprevistos del viaje, terminaríamos recorriendo esa zona tantas veces como la revisé. La planificación fue tan detallada que casi parece que ya estuviera allí.

Ya en camino a Vík, vimos una manada de caballos salvajes corriendo y las omnipresentes ovejas a su paso.


Aunque es menos visitada, no perdimos la oportunidad de ir a ver la cascada Urriðafoss, donde vimos pescadores a orillas del río Thjórsá.


El desfile de maravillas naturales continuo con Seljalandsfoss, de 60 metros de caída, famosa porque se puede rodear. Justo al lado se encuentra la cascada, Gljufrabui, que no pudimos visitar, porque el camino estaba cerrado.
Tierra de tesoros y leyendas
En Islandia la geografía es parte de leyendas que transportan a historias mágicas de la era en que los vikingos habitaban esta tierra hace más de mil años. Y eso se hace presente en la historia del guerrero y mago Thrasi Thórólfsson que cuenta que hundió un cofre lleno de riquezas en las aguas de la cascada, Skógafos, para evitar que se dispersaran tras su muerte.

La Cascada Skógafos.


En este punto del viaje te preguntas cuál de todas las cataratas es más impresionante y, como hasta la belleza más sublime cansa, el entusiasmo por las cataratas disminuye.
Cuando la naturaleza interrumpe la aventura
En Vík, tuvimos la oportunidad de entrar en contacto con la gastronomía local, probamos un delicioso beef stew de carne de cordero, que solo se vio opacado por la noticia de que el camino hacia Gerði estaba cerrado, nuestra ruta del día siguiente, por una inundación causada por un glaciar.
Revisamos Google Maps y la única opción era realizar un viaje de 13 horas que nos obligaba a darle la vuelta a las isla completa. Una solución que nos haría perder varias de las atracciones turísticas y nuestras reservaciones en un guesthouse en Gerði.

Al día siguiente, todavía el camino estaba cerrado y, sin más remedio, emprendimos el regreso. No si antes caminar por Reynisfjara, la famosa playa de arena negra en Vík.


Caminamos por Reynisfjara con respeto para evitar sorpresas por causa de sus temidas mareas.



Sopas de calabaza y esperanzas renovadas
A mediodía, almorcé una reconfortante sopa de calabaza en un restaurante llamado Skójol, en la remota región de Kjóastaðir, cerca del Círculo Dorado. Revisamos Google Maps con la esperanza de que el panorama hubiese cambiado y nos encontramos con que habían abierto un desvío, pero teníamos que retroceder. Y así fue como, por segunda ocasión, emprendimos el camino hacia Gerði.
Aventuras inesperadas en la Reserva Natural Fjallabak
Dos horas más tarde, Google Maps nos envió por un camino de grava muy poco acogedor. Los rótulos del camino nos avisaron que estábamos dentro de la Reserva Natural Fjallabak, un camino con vistas panorámicas a un paisaje volcánico espectacular. Una hora más tarde, descubrimos que el camino hacia el guesthouse de Gerði estaba inundado y nuestros vehículos, aunque era 4×4, eran muy bajitos para pasar. Revisamos, con dificultad, porque no había buena señal, nuevamente Google Maps para buscar una ruta alternativa, pero no había manera de llegar a nuestro destino. Decepcionados, emprendimos el camino hacia la capital.



Un segundo desafío en Landmannahellir
Sin embargo, la historia no terminó allí. En Landmannahellir, nos encontramos con un bache de dos pies de profundidad que nos mantuvo en tensión por otra hora más. Era nuestra única alternativa para llegar a la capital, arriesgándonos a no poder pasar, con medio tanque de gasolina y sin estar seguros de poder llegar a nuestro destino. No fue hasta que pasó otro vehículo similar al nuestro que decidimos cruzarlo, y lo logramos.



El agua golpeó los cristales del carro.

Según el sitio web de la Administración de Carreteras de Islandia el área afectada se extendía desde la ciudad costera de Vik hasta la ciudad de Kirkjubaejarklaustur, unos 70 kilometros más al este.

Dos días después, pudimos continuar con nuestra ruta trazada.
Ese día presenciamos el desgarro en un extremo de la carretera.

Con la agenda apretada y de camino a Egilsstaðir, en el este de Islandia, solo hicimos parada en Jökulsárlón y Fellsfjara. Aunque las fotos no le hacen justicia, estos fueron los lugares que nos regalaron las postales de recuerdos más hermosas de todo nuestro viaje. La belleza de los icebergs que flotaban en la laguna y sus azules son inolvidables.

Para el almuerzo una sopa de cordero, que le faltó sal, pero nos llenó de calor.





Ian en Fellsfjara.


En el lago Lagarfljót vimos cisnes. Ahí se desvanecieron mis esperanzas de poder ver frailecillos.
Un tercer desafío
Cuando pensábamos que todo estaba bajo control, Google Maps nos envió por una ruta más corta para llegar hasta nuestro hotel en Egilsstaðir. Y nuestra postal intimidante comenzó cuando minutos después entramos en otro camino de grava empinado y, esta vez, con el reto de no poder ver absolutamente nada debido a la densa niebla que nos envolvía por la altura. Durante media hora los deseos de tomar fotos o videos se desvanecieron.

El camino lleno de niebla.

En el norte de Islandia, visitamos las cascada Goðafos y el lago Mývatn.

Cascadas Goðafos

Montañas, cultura y ballenas
El Norwegian Star nos abrió las puertas de Akureyri para avistar ballenas. Sin embargo, fue en nuestra segunda visita que pudimos disfrutar del ambiente cultural que ofrece esta ciudad acogedora rodeada de montañas.


La imagen que me llevo grabada de Akureyri es la de la iglesia Akureyrarkirkja, que se alza sobre una colina ofreciendo vistas panorámicas a la ciudad.

Fue construida por el arquitecto Guðjón Samúelsson.



Paseo por Reykjavik
Caminamos por el distrito occidental Miðborg en Reykjavik. En ese paseo los ojos se fijan en los cristales cambiantes del edificio Harpa, que le dan un toque moderno a una ciudad que coquetea entre lo cotemporáneo y sus casas tradicionales de coloridos tejados.



Nos detuvimos frente a la escultura Sólfar, en la Bahía Faxaflói, para hacernos una foto.


La escena del centro de Reykjavik nos llevó por cafés, restaurantes, galerías, tiendas de souveniers, y su ícono, que es un punto de referencia en la ciudad: la iglesia luterana Hallgrímskirkja, cuya arquitectura es un tributo a la naturaleza de Islandia.






La geografía de Islandia y sus múltiples formas.

Un final de lujo, en Blue Lagoon, que nos ayudó a olvidar los caminos intimidantes.
